El clavo de la cama se había soltado, y se movía a cada paso del tren, no podía dormir. Era como dormir despierto, soñaba con volverlo a ver en su sitio, junto a mí, en esas noches eternas, juntos como si fuéramos uno. Disfrutar de las pequeñas cosas, reírnos de la muerte en su cara, robando tiempo al reloj. La ausencia de la amistad era como la cama sin el clavo, era como un eco sin montaña, la risa caía en saco roto de recuerdos lejanos.
Recuerdo aquel día, tumbados contra el asfalto pobre y frío, cuando nos sentíamos los amos del mundo, aquellas pequeñas cosas eran grandes para nosotros, sin nada que pedir, sin nada que necesitar, solo oír y escuchar, el eco en la montaña, nada más.
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