“La libertad, señores (habla Mairena a sus alumnos), es un problema metafísico. Hay, además, el liberalismo, una invención de los ingleses, gran pueblo de marinos, boxeadores e ironistas”.

Juan de Mairena, Antonio Machado

lunes, 21 de julio de 2014

Ida y vuelta

En un día que parecía noche, por la luz y la quietud del tren, y asomado por la ventana,  vi pasar los pájaros en sentido contrario al tren. Marchaban al sur, escapaban del frío invierno. Ellos siempre viajan al sur en invierno. Después de aquella visión me levanté del asiento, y anduve por el tren pensando en las estaciones pasadas, y las paradas realizadas. De pronto llegué a un pasillo completamente vacío, una puerta abierta dejaba ver una guitarra, de cuerdas gastadas, tan vieja que su madera parecía la piel de un humano, tumbada en el asiento como si estuviera dormida. Seguí caminando por el pasillo pero sin dejar de pensar en la guitarra. Fui al bar del tren para comprar cigarrillos, estaba solo. La gente parecía haber emigrado hacia algún lugar, o simplemente me habían dejado el espacio que buscaba mi soledad. Entonces una música comenzó a sonar por los pasillos del tren, una música familiar pero como nunca antes había sido tocada y nunca había sentido. Abandoné la soledad del bar y me dirigí hacia la música, apenas me había acercado ,podía reconocer que provenía de aquella guitarra. Por un momento dudé si quería realmente descubrir quién la tocaba, pero en aquel tren no había cabida para las dudas así que me asomé y vi una mujer. Cuánto más me acercaba parecía que ella no sentía mi presencia, así que me senté en frente. Saqué mi lápiz y comencé a escribir. Pasó el tiempo, unos minutos quizás, pero parecieron días. Ella continuó tocando, miraba por la ventana mientras tocaba, veía pasar los pueblos, las montañas y cuando el tren pasó cerca del mar, se quedó contemplándolo con mirada nostálgica. Yo mientras, con mi lápiz desgastado continuaba escribiendo historias mal recordadas.
-          Me trae grandes recuerdos, dijo ella sin más, refiriéndose al océano.
Y entonces comenzamos a hablar, dónde habíamos comenzado nuestro viaje, de las cosas viejas que tienen memoria, como su guitarra, cómo mi lápiz. Y de aquel viaje. De repente el tren se paró en una hermosa ciudad.
-          Al final de todo, lo bueno es estar en el camino, me dijo. Comenzar a viajar, moverse de un lugar a otro, y algún día, sin ningún plan, volver.
Sonreí mirando la ventana, - cómo aquellos pájaros que emigran, siempre volando, de ida y vuelta.

-          Exacto, dijo ella. ¿Vienes a ver la ciudad?
-          Ya la conocía, pero me encantaría volver.




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