Al entrar en el tren todo es nuevo otra vez. Sólo hay una persona que creo conocer, pero por ahora sólo miro. Es un tren viejo, aún huele a tornillos y madera, tendrá un lustro al menos, camino por los pasillos buscando mi asiento, admirando las caras de los viajeros, algunas parecen desencajadas, no todos han visto la belleza en el camino. LLegando a mi asiento, miré por la ventana, el tren está apunto de arrancar, todo parece más bello desde allí dentro. Incluso la sensación de formar parte de aquel tren viejo, que no sé dónde me llevará, es bella. La belleza está ahí mismo, sólo hay que estar atento. Entonces recordé aquella mujer a la que conocía, Sofía, era de aquellos amores fugaces pero perdurables en la memoria, recordé aquella mañana y su sonrisa se estrellaba contra otra imagen, el desayuno había caído violentamente contra el suelo, pero para mí no dejaba de ser un recuerdo hermoso. La belleza estuvo allí en aquel instante perecedero, quizás por ello sea más hermoso, como en este momento. Todo es perecedero, el tren empieza a moverse, hay que estar atento.
Una de mis historias favoritas :)
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